Y como del dicho al hecho hay mucho trecho y como el hecho ya transcurrió vamos a valernos del dicho para resumir grandes actos y pequeños acuerdos, entre el escritor y su historia, entre su memoria y su olvido, entre tu y yo.

martes, 7 de febrero de 2012

¿Cumpleaños Qué?




A muchos en este país se les olvida que no hay necesidad de gobernar para cambiar la forma de pensar de las masas. También se les olvida que no sólo la comida nos alimenta. Que no hay que ser bonito y cultural para que te tomen en cuenta. En cambio, a mí, se me hace difícil recordar qué carajos hacer cuando se acerca la fecha de mi nascere (o de mi eclosión, si mi mamá fuese una crisálida).
Faltando largamente menos de quince días para cumplir mis 19, me agarró la curiosidad (o como decimos en la costa: me dio piquiña en el culo) por saber qué sentir cuando lleguen las nueve de la mañana del veinte de febrero, del que según unos intelectuales (y descuidados) indiecitos mexicanos, sería el último año de la vida como la conocemos: “un mundo de odio y materialismo”. A mí no me da mucho miedo aquello del veintidós de diciembre. Lo que sí me aterra, es morir con hambre, o morir sin haberle dicho a mi mamá que la amo. Cosas así.
No sé, se me hace extraño cumplir años. Antes, cuando era niño, el día me valía verga porque sólo me interesaban los regalos y lo que mis papás pudieran hacer ese día para mantener feliz al niño de la casa. Ahora, sólo hay varias llamadas importantes, uno que otro regalo y demasiadas felicitaciones por numeradas redes sociales, con las mismas palabras de siempre, que ya están más estiradas que teta de abuela y pierden el sentido aún más, al ponerle signos de exclamación.
Supongo que debe ser un día alegre. Antes los era. Antes, cuando tu burbuja no se magullaba por comentarios ni por el egoísmo de la gente, sino porque uno de tus amiguitos le había metido el dedo al pastel primero que tú o porque tu vaso de Coca Cola no estaba tan lleno como el de tu papá.
No creo que deba ser un día triste, porque a menos que muera alguien –toca madera-, pendejo yo o alguien que se deje amargar o entristecer por individuos aledaños, sin importancia, que terminan siendo los mismos que le ponen “X” al final de las palabras y para los que el morado nacarado es la prenda de elección los fines de semana. Es mi cumpleaños y le tiro pastel a quien quiera.
Es cierto que ya no me emociona tanto cumplir años. El hecho de que la mayoría de la gente que quiero esté lejos de mí, es un sentimiento muy feo, no me derrumba, me golpea, pero no me dejo caer. Soy de los que hace con lo que tiene y ¡rayos que no cambiaría por nada (ni siquiera mis gomitas preferidas) el no tener a los que tengo al lado!
Creo que lo mejor será tomar las cosas como vengan, sin expectativas pero también con un poquito de ganas. No hay que apresurarse, más años vendrán. Creo…