Olor a sexo, a caricias, olor a cigarrillo, olor a canciones y olor a recuerdos. A éso olías. Tu mirada lo decía todo, querías que ésta vez fuese diferente. Pero no lo fue.
¿Recuerdas nuestro primer beso? Fue bajo la lluvia. Tú sabes que me gusta la lluvia, sabes cómo me siento debajo de ella. Agarraste mi mano y te moviste tierna y agresivamente hacia mí. Te di una vuelta y te recosté en mí, en el lado que más me favorecía. Miré tus ojos azules y supe lo que estabas sintiendo. Tú miraste en mis ojos oscuros lo que estaba pensando y reíste. Sí, tú sabes que me gusta la lluvia. Nos sentamos en una banca mojada y pretendimos hablar de cosas que no recuerdo. No recuerdo el sonido de mi voz, no recuerdo lo que dijiste, no recuerdo lo que había en mi bolsillo. Sólo recuerdo tu mirada. Hicimos de las calles de Medellín nuestra propio New York.
Ésta vez había mucha gente, diferentes olores y mucha música. Yo estaba despierto, ya no hacías efecto en mí. O bueno, éso pensaba.
En éstos días te he recordado mucho. Fuiste lo mejor y lo peor de ése año, me hiciste crecer y casi me drenas –lo cual, siempre fue excelente- . Recuerdo el olor a tus sábanas y el olor que dejabas en mi ropa después de cada vez que te abrazaba. Revivo aquella noche en que olvidamos lo demás, el cielo se volvió rojo y al sol vimos bostezar.
Decir que te odio es mentira, decir que te amo equivale a lo mismo.