
Había un cuerpo en la habitación. Miró a su alrededor y no encontró huella alguna del responsable. Buscó la puerta atormentado por pensamientos que giraban en su cabeza. Iba y venia de un lado al otro del corredor. Se dio cuenta que estaba siendo escrito en un cuento con aires de clásico, escapó presuroso por la ventana, donde se filtraban los pálidos rayos de una luna inútil, se arrojó sobre el césped.
Se levanto y piso mierda. Respiró aliviado, había escapado del cuento pretencioso y además, según decía el autor, tendría un buen día.
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