No apto para cardíacos, románticos o religiosos confundidos.
“Si no está contento con su vida, hay algo radicalmente equivocado en usted.”
“Dime lo que sientes, pero dímelo despacio para poderlo corregir”
Al hablar de sentimientos, tenemos por obligación, que hablar de la inhibición de ellos. No total, sólo parcial, moderada y en situaciones específicas. Personalmente, me parece estúpido bloquear lo que sientes, eso no es supervivencia. Pero por otro lado, es de ignorantes no meterle razón a tus sentimientos, eso no es ser Superhombre.
Si de felicidad hablamos –la cual es tan relativa y reactiva como la unión del agua y el aceite-, sabremos que los actos, más no los sentimientos son los que nos hacen estar alegres, ya que estos últimos, son consecuencia de los primeros y siguiendo en ese orden de ideas, vemos que la felicidad está ligada no a ti, sino al que te la proporciona, lo cual creo es una de las cosas más absurdas que muchos tienden a confundir. No se puede sentir por alguien más lo que no has sentido antes por ti. Por eso es que a veces, no conocemos el amor. Y ese amor que tú sientes hacia alguien que te hace ‘feliz’, no es más que conformismo y capricho, si esa felicidad y ese amor, no comenzaron primero dentro de ti. Ser feliz no es ser aprobado y aceptado por un agente externo –eso es ilusión-. Ser feliz es ser libre y confianzudo, sin importar el agrado o rechazo de otros. Pero como hasta para cagar hay reglas, por consiguiente, no somos completamente libres, o sea, la felicidad es más transparente que el Papa.
Al momento de discutir sobre lo que podemos o no decir, sentir y pensar, o sea, qué podemos censurar y qué podemos divulgar, sólo diré que la persona que no quiera ser criticada, halagada, insultada, respetada o herida, sencillamente que no muestre su verdad, pues no tendrá carácter para aceptar lo que siente y piensa ante otros que están en desacuerdo. Será como aquél cubo de hielo que no se derritió en una nevera sin electricidad: inservible, falso, sin opinión y muchos gases –o sea, miedos- dentro de sí.
Algunas religiones nos han inhibido tanto, que por sobre todas las cosas, sólo puedes sentir temor divino y tienes que comportarte según las normas que ÉL estableció, anulando así cualquier clase de personalidad más amplia que una bolita de cristal y formando creyentes por conveniencia. A veces, me pregunto si el clero del Medioevo se sentía inhibido al tomar el dinero del pueblo para saciar sus barrigas grandes y gordas, y me respondo: NO. Se sentían felices porque hacían lo que querían, a la hora que quería, con quién querían y por donde querían, porque ellos estaban protegidos por la ley de la ingenuidad.
Retomando un poco la idea inicial, el sentimiento es el resultado de una emoción, a través del cual, la persona que es consciente tiene acceso al estado anímico propio. El niño que es amoldado en su infancia, al crecer seguirá sin salirse del mismo plástico en el cual fue metido. Por el contrario, un niño que disfruta su infancia, actuando como tal, descubriendo y explorando, cuando grande será libre de decidir y ser capaz de diferenciar entre ser normal y ser saludable. Eso de que sólo las niñas pueden expresar libremente sus sentimientos son patrañas y telarañas que nace como modelo social para diferencial lo masculino de lo femenino. Pero ciertamente, un hombre que no es capaz de expresar lo que tiene adentro, generalmente es un reprimido, homosexual, acompañado de difusión eréctil con un toque de inconformismo social o simplemente es un caucho. Todos los problemas psicológicos están ligados al mal manejo de sentimientos. No sabemos expresar sentimientos positivos ni negativos.
Aunque Viktor Frankl nos invita a dejar detrás todo lo que nos inhibe, creo que su finalidad verdadera es la de balancear moderadamente lo que sentimos y lo que actuamos. El balance llega hasta donde saludablemente nos sentimos infelices en nuestros propios límites, o sea, sin necesidad de agravar a otro confundido que sólo especula de lo que siente pero que no tiene la verdad absoluta de lo que es. Encarar el mundo exige emoción y determinación propia a fin de dejar el niño atrás y darle paso al adulto. Hay que decirle NO a la hipocresía emocional.